Aburrimiento: Mami me aburro, ¿qué hago?

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Sé que todas conocéis esta situación. Cualquier momento es bueno para que un niño o niña diga las palabras mágicas: “Mami, me aburro, ¿qué hago?”. Eso significa que lo que está haciendo en ese momento no le produce satisfacción.

Con el fin del curso escolar, el verano es sinónimo de tiempo libre infantil y eso implica un saludable aburrimiento. Por eso, cuando vuestros hijos, como los míos, digan que se aburren, lo que tenemos que hacer –¡y mira que cuesta!– es no hacer nada y dejarles que discurran ellos solos con qué entretenerse.

Si pensáis en vosotras mismas, ¿cuándo os han llegado las soluciones a un problema o una idea ingeniosa? Muy probablemente en un momento de desconexión, de descanso, antes de dormir o en la ducha. Es un recurso bastante habitual porque el cerebro, aunque no nos demos cuenta, siempre está trabajando y cuando tiene tiempo de no hacer nada, de aburrirse, entonces activa su creatividad.

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Aburrimiento, ¿por qué no tenemos que darles siempre soluciones?

Que los niños se aburran significa, como hemos dicho, que no les motiva lo que están haciendo y, para pasar a una actividad que sí despierte su interés, tendrán que utilizar su creatividad y también conectarse con ellos mismos para descubrir sus propias inquietudes.

Si programamos su ocio de manera exhaustiva, como ocurre durante el curso cuando los niños no paran y el tiempo está marcado por el horario, estamos interrumpiendo su desarrollo. Cuando los niños salen del hastío por sus propios medios están ejercitando, además de la creatividad, la flexibilidad mental, la tolerancia, la imaginación, su autonomía y su capacidad resolutiva.

Además, hay otra cuestión práctica: no siempre podemos estar pendientes de nuestros hijos e hijas. En ocasiones, estamos con ellos pero tenemos que atender otras tareas. En esos momentos, los niños juegan en presencia del adulto, que está presente pero no participa en el juego, y en muchos casos se entretienen y solo ocasionalmente buscarán el diálogo con papá o mamá.

No es que los niños ahora se aburran más que los de nuestra época pero sí que, dadas las circunstancias, no desaparecen durante todo el día a su aire y, por eso, están menos acostumbrados a desarrollar sus propios proyectos.

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Aburrimiento, ¿Por qué fomentarlo?

Así que en lugar de enchufarles la tele o cualquier otro aparato tecnológico tenemos que ayudarles a convertir el aburrimiento en algo lúdico, animando a los peques a usar la imaginación para ver qué se les ocurre.

En casa estamos intentando presentar el aburrimiento como un momento de calma que precede a una gran idea.

De adultos valoramos esos momentos de no hacer nada, ¿a que sí? ¿Qué tal si se lo transmitimos así a los niños? ¡Qué suerte!, podemos decirles, ¡yo cuando me aburro cierro los ojos y aprovecho para pensar dónde me gustaría estar!

También usamos el truco de pensar en qué haría su personaje favorito de los cuentos que leemos o cualquier otra idea a la que puedan darle vueltas.

Eso sí, como ocurre con todo, un aburrimiento intenso y constante puede ser una señal de alarma a la que tenemos que estar atentos. Un niño apático que no sabe jugar y que ha modificado su comportamiento habitual es un niño que no está bien y hay que averiguar qué ocurre.

Sin embargo, la mayor parte de las veces somos las madres y padres quienes no nos sentimos bien si les dejamos aburrirse, aunque es necesario, como veis. ¿O solo me pasa a mí? ¿Algún consejo más para lidiar con el aburrimiento de los peques?

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2 Comentarios

  1. Monstruua says:

    Ay, sí. Sobre esto pensaba escribir un post 🙂 Totalmente de acuerdo.

    1. Clara Castro Quesada says:

      ¡Me alegro! 🙂

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