«Ya no puedo más, en serio. Estoy cansada, tengo mucha presión en el trabajo, cosas pendientes por hacer, los niños hoy están especialmente pesados y darle de comer a Jimena me ha costado 3 años de mi juventud… »
No es una transcripción exacta pero esta podría ser perfectamente una de las conversaciones telefónicas que tengo con mi marido cuando está trabajando fuera en otra ciudad o país. (cosa que ocurre muy muy a menudo)
Son momentos en los que mi cuerpo y mi mente se rinden y reconocen que ya no pueden más.
Me da rabia cuando comento esta situación con algún familiar o amigo y la contestación es «pues imagínate yo que no tengo ayuda».
Con esto quieren deci que como yo tengo una persona que nos ayuda en casa se supone que no me canso lo mismo o que mi mente soporta menos presión. Pero no es así.
En serio. Me encantaría, pero no es verdad. Hay días en los que no puedo más.
La cuestión no es si tengo más o menos ayuda, más o menos recursos o mis hijos son más o menos dóciles que el de la vecina. La cuestión es que mis circunstancias hacen que llegue un momento en el que realmente pienso que ya no puedo más.
¿Me pasaba esto antes de tener hijos? ¿Si, pero no lo recuerdo? ¿O era tan joven que no sabía lo que era el pesimismo? Realmente no lo sé.
Pero ojo, no estoy hablando de que ellos sean los «culpables» de mi desgana sino que yo, como persona adulta y responsable, me echo demasiado peso encima. ¿Alguien me entiende?
Lo curioso viene ahora. ¿Nunca os ha pasado que creéis que sois las únicas personas a las que les pasa algo pero al hablar con otras en vuestra misma situación os dais cuenta de que no?
Hace unos días hablaba con una amiga a la que admiro por su capacidad de organización, entre otras muchísimas cosas, y me sorprendió saber que a veces cree que no puede más. Un momento ¿tú también? ¿Cómo es posible?
Poco a poco me relató todo los detalles que le pesaban para no poder más. El trabajo, la falta de sueño, una agenda cargada de actividades toda la semana, su afán perfeccionista en todo lo que hace… ¿Y por qué no te quitas presión?, le dije yo. Y entonces lo entendí.
Si hay un punto en que ya no puedo más La solución debería ser quitarme peso. Y no me refiero a kilos de más, que también, si no a relativizar las cosas.
Volvamos a la conversación del principio.
«Ya no puedo más, en serio. Estoy cansada, tengo mucha presión en el trabajo, cosas pendientes por hacer, los niños hoy están especialmente pesados y darle de comer a Jimena me ha costado 3 años de mi juventud… »
¿Por qué me traigo los problemas del trabajo a casa? ¿Acaso las tareas pendientes se van a hacer solas por quejarme? ¿qué pasa si Jimena no come mucho hoy? Yo os lo digo. Nada
No va a pasar nada, las tareas pendientes seguirán ahí mañana y el cansancio se cura durmiendo con los niños sin pensar en todo lo que voy a hacer al día siguiente.
Que conste que todo esto lo digo sabiendo que no es tan fácil como parece y que en realidad solo busco la suficiente inspiración para creer que ,cuando ya no pueda más, hay personas a mí alrededor que tampoco pueden pero que me animan día a día a creer que yo si puedo.
Mi marido, mis hijos, mi familia, mis amigas, yo misma… Así que si tu estás en uno de esos días espero que sepas relativizar todo el peso que tienes encima, lo empujes con todas tus fuerzas bien lejos y descanses.
Porque si hay algo que si he aprendido con la maternidad es que hay que saber que habrá muchos días en los que ya no pueda más pero que habrá que salir adelante.
Querida Clara,
Siempre hay que salir adelante 😉 Cuando te desahogas y la persona de al lado te dice: «pues yo más» me da muchísima rabia, es que no empatizan nada. Yo te entiendo perfectamente, el otro día hacía la comparación de mi día con una maratón y me di cuenta de que no, que lo que yo hago a diario no es una maratón, es un triatlón!!! XD
Besos guapa y muchísimo ánimo!!!
Toda la razón Martina. para mi eres un ejemplo a seguir, ya lo sabes.
Un beso enorme.
Hay que decirlo más. Todas nos agobiamos, nos sentimos cansadas o nos vemos superadas algunos días, y yo creo que es bueno y es sano desahogarse y decirlo. Lo que acaba haciendo daño es negarlo y guardárselo dentro, porque en algún momento eso tendrá que salir y entonces… bueno, entonces no me gustaría estar cerca.
Un saludo.
Pues si. Hay que decirlo mucho para desmitificar las cosas. Totalmente de acuerdo 😉