La luna de Madrid no tiene fama pero hay una especial en esa ciudad que , si puedo, visito cada vez que voy; es como una peregrinación en recuerdo de mi pasado y mi presente y un adelanto a mi futuro.
La luna tan especial está en la Gran Vía madrileña. !Ahí es nada. Más de cien años de historia!.
También tienen más de cien años, más de doscientos, las personas que forman las cinco generaciones que se asoman a esa «luna» cada vez que la miro.
Es «la luna» del escaparate de la tienda de muñecas «Así», concretamente la que está en la Gran Vía 47 y que abrió sus puertas en el año 1942, justo diez años antes de que yo naciera.
Antes de subir los escalones que dan acceso al local y de entrar en ella , me paro varios minutos ante su escaparate y …… en segundos se reflejan en su luna mi abuelita; mi mamá, yo misma convertida ahora en «apita», como me llama mi nieto J, mi príncipe; mis dos hijas, y mi nieta Jimena, la pequeña de ojos grandes.
Yo las miro fijamente con nostalgia a mi abuelita, con su pelo de un blanco nieve, recogido en un elegante moño italiano y que la hacía un poco más alta pues era pequeñita; pequeñita como mi mamá, «pitita» para sus nietos.
Siempre que iba a Madrid con mis abuelitos me alojaba en un hotel que estaba en la misma Gran Vía y, como no, cuando regresaba a Valencia, en un viaje muy largo en Talgo, llevaba en mis brazos una muñeca de Así. Pero cuando cumplí más años, era mi mamá, una enamorada de Madrid, la que se encargaba de llevarnos a la misma tienda y, después de un buen rato, mi hermana y yo elegíamos una muñeca.
La tienda siempre ha sido multiracial por lo que teníamos muñecas chinitas y negritas, que para aquellos tiempos ya era una novedad.
Como mis padres continuaron con la decisión de elegir un hotel en la Gran Vía más de una vez al día mi hermana y yo nos quedábamos ensimismadas ante la tienda mientras, mi hermano protestaba. Eso tenía fácil solución pues muy cerca de la tienda estaba la cafetería California, donde eramos fieles todos los días y más fieles todavía al plato combinado número 5. Era allí donde mi hermano esperaba dando buena cuenta de un refresco y de unas patatas fritas.
He de decir, pues debo hacer justicia, que si mi papá, que estaba de trabajo, tenía un hueco, la entrada y salida de la tienda era todavía más maravillosa. No es que «Pitita fuera agarrada, todo lo contrario, pero cuando estaba con Pepe, mi papá, aquello era inenarrable.
Antes del 2000, se fue Pitita, que continuaba su tradición con sus nietas y entonces comencé yo con mis hijas y ,desde el pasado sábado, con mi nieta.
Como es muy pequeña le compré un bomboncín pelón, para que no chupara el pelo, pero seguro que luego vendrán Eli, Luna y, sobre todo «Pepa» .
Pero como además tienen unos peluches que tienen envidia a los muñecos y muñecas, elegí un dragón de enormes alas para J.
Si no estuviéramos dentro de esta enorme crisis, creo que tanto yo como «apito» hubiéramos regresado a Valencia con más regalos de Así pues se hace muy difícil elegir entre tantas cosas maravillosas: es como entrar en un cuento infantil.
Al salir, miré de reojo a la luna del escaparate y aún estaban allí, con unos rasgos muy difuminados pero os aseguro que sonriéndome mi abuelita y mi mama.
¡¡¡ Que sea por muchos años y se agolpen en esa «luna» más y más generaciones !!!
Vale, ya lo habéis conseguido… esa tienda que me parecía vieja, casposa y que cada vez que pasaba cerca cuando iba a Madrid me daba un poco hasta de grima … acabo de verla con otros ojos. Un beso y gracias por esta preciosidad de viaje a la nostalgia
¡Gracias a ti Sara! Y ya sabes, todo depende de la «luna» por la que mires. 😉 Un beso
Pues a mí me han dado unas ganas locas de ir y comprármelo todo!
Me encantas!
No dudes que la próxima vez que pise la capital, me pasaré por allí.
Un beso.