¿Tenéis manías? Yo no sé muy bien si es la maternidad, la madurez o sencillamente que me hago mayor pero desde hace tiempo me he dado cuenta de que tengo muchísimas manías.
Afortunadamente creo que todas ellas son inofensivas pero ¿qué pasará con el paso de los años? ¿Me haré cada día más y más maniática?¿Me estaré convirtiendo en mi madre? 😉
Porque sí, me he tirado toda la vida quejándome de las manías de mi madre y resulta que ahora voy a darles a mis hijos argumentos suficientes para que se quejen de mí durante la pubertad ¡Gracias karma! Pero, empecemos por el principio.
Algunas de mis manías
Puedo decir que por ahora todas mis manías son inofensivas pero es posible que con el tiempo disfrute tanto de esas cosas que me haga una pesada. Por ejemplo: siempre tengo que tener champús, jabón y papel higiénico como si fuera a venir un ejército a casa a usar el baño.
Sé que puede parecer sencillamente que soy precavida pero soy capaz de estar 3 días sin leche en la nevera pero si me queda media botella de jabón ¡ay madre que ansiedad!
Otra de mis manías que he alimentado con los años es que siempre guardo las perchas que no estamos utilizando en ese momento en una bolsa que tengo detrás de la puerta del vestidor.
Y eso no es lo más absurdo ya que hay días que las perchas están en la bolsa minutos ya que puedo quitar una camisa para ponerle a Juan, meter la percha en la bolsa y, segundos después volver a cogerla para colgar una prenda que estaba en el sillón.
¡Vaya trajín de perchas! Pues sí. Pero es ver una percha sola y triste en el armario ¡y a la bolsa!
Como veis estas manías no afectan a nadie por ahora pero hay otras que si que «implico» al resto.
El orden. Ese GRAN aliado
Ya os he contado en alguna ocasión que a mi el orden me da paz mental. Si la casa está desordenada me pongo nerviosa, por eso siempre ando recogiendo cosas que están por el medio.
Afortunadamente los fines de semana a veces desconecto mentalmente y me da igual si la casa se cae porque estamos haciendo alguna manualidad o si tenemos que salir a la calle pero, entre semana, necesito orden.
Es como si el orden me ayudara a que todo saliera mejor ¿sabéis lo que os digo?
Por eso me pone negra que las chaquetas no estén en su sitio, que haya «papeles» en la mesa o juguetes encima de la alfombra si no están jugando. ¿Tan difícil es poner la de cosas en su sitio? Lo sé, pido milagros.
¿Y los botes? ¡Ay madre! ¿Sabéis cuantos botes tengo? Para las cápsulas de café, el muesli, las galletas, los lápices de colores, los rotuladores, los discos desmaquillantes, los bastoncillos, los pañuelos, los pendientes… Y así una lista larguísima.
Y lo peor no es eso, lo peor es que soy capaz de clamar al cielo si a mí me marido se le ocurre dejar un paquete de cápsulas de café en la caja original y no en el dichoso bote. ¿Qué más dará? Pues eso. Una manía.
Es gracioso buscar «manía» en el diccionario de la RAE. Dice así: «Preocupación caprichosa y a veces extravagante por un tema o cosa determinados». Es decir, son cosas a las que les damos una importancia que no tiene y que si se hicieran de otra forma no pasaría nada pero, ¿y lo bien que me sienta hacer las cosas tal y como quiero?
Qué me decís ¿Será grave doctor? Y ahora por favor decidme que vosotros también tenéis muchas manías. ¡Confesad!
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